La crisis climática se manifiesta de forma cada vez más patente a lo largo del planeta, y plantea la necesidad creciente de una transición hacia fuentes de energía limpias. Esto es especialmente urgente en países como Chile o Argentina, donde la generación de energía a partir de combustibles fósiles ha tenido impactos profundos en la salud y entorno de distintas comunidades.
Ambos países, aún dependientes del petróleo, el gas y el carbón, están liderando la inversión en energías renovables en la región. Pero también comparten una realidad subyacente que todavía no han abordado con políticas públicas integrales: la pobreza energética.
En Argentina, casi uno de cada cinco hogares destina más del 10% de sus ingresos al pago de energía, siendo las ciudades del norte las más afectadas. En Chile, uno de cada tres hogares urbanos tiene un acceso inadecuado a la energía, y el sur del país tiene las ciudades más contaminadas del mundo por el uso de leña húmeda como única fuente accesible para calefaccionarse.
Para Felipe Gutiérrez del Observatorio Petrolero Sur de Argentina (OPSUR), “la transición hacia fuentes de energía limpia abre una oportunidad para pensar la energía como un derecho y aumentar la capacidad de las personas de vivir bien a través de la energía. Pero tanto en Chile como en Argentina vemos patrones muy fuertes de privatización y una mirada mercantilizadora de la energía que va en sentido contrario, como cuando se habla del hidrógeno verde enfocándose únicamente en su posibilidad exportadora”, reflexiona.
La pandemia y el confinamiento en los hogares dejó en evidencia las brechas de acceso adecuado a la energía, y la necesidad de garantizar dicho acceso como una condición básica para el desarrollo humano, que determinará condiciones tan esenciales como el confort térmico, el acceso a internet y educación o la refrigeración de alimentos.
En Chile y Argentina la pobreza energética se ha comenzado a trabajar indirectamente a través de ciertas políticas públicas e iniciativas puntuales. Pero todavía no existen planes nacionales que aborden esta realidad de forma integral. Ahora, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) lidera un esfuerzo por generar indicadores unificados para medir la pobreza energética en Latinoamérica, basándose en la metodología propuesta por la Red de Pobreza Energética (RedPE) de la Universidad de Chile. El objetivo es generar una base común de conocimiento que guíe las políticas públicas futuras sobre este tema en la región.
Cómo se vive la pobreza energética
La RedPE de la Universidad de Chile es una red de investigadoras e investigadores que ha sido referente en la región a la hora de conceptualizar y medir la pobreza energética. Bajo el concepto elaborado por la red, “un hogar se encuentra en situación de pobreza energética cuando no tiene acceso equitativo a servicios energéticos de alta calidad para cubrir sus necesidades fundamentales y básicas que permitan sostener el desarrollo humano y económico de sus miembros”.
Según el informe de RedPE, un hogar en esta situación quema combustibles orgánicos en artefactos de cocina y calefacción inadecuados que generan contaminación dentro del hogar, y también contaminan el aire hacia afuera, contribuyendo al cambio climático. Quienes integran el hogar pueden sufrir problemas de salud tanto por la calidad del aire como por la exposición a temperaturas extremas.
Se trata además de hogares con inadecuado acceso a electricidad y a tecnologías de la información; afectando las oportunidades laborales y escolares de sus miembros. La cocción y refrigeración de alimentos y el acceso a agua caliente sanitaria también se ven afectados por la pobreza energética.
En Chile, Argentina y gran parte de Latinoamérica, la pobreza energética está además asociada a la baja calidad y aislamiento térmico de las viviendas. Esto no solo incide en el confort térmico dentro del hogar sino que lleva a un gasto excesivo en energía para poder calefaccionarlo, lo que profundiza su situación de vulnerabilidad.
La pobreza energética también puede aumentar las brechas de género, dado que afecta especialmente la salud de niñas, niños y adultos mayores que usualmente están bajo el cuidado de las mujeres del hogar. El rol de cuidado y de trabajo doméstico que todavía cumplen en gran parte las mujeres, las expone más a la contaminación intradomiciliaria.
Cómo se aborda la pobreza energética
Según un diagnóstico elaborado por la Cepal, las estrategias nacionales de Argentina, Chile y el resto de Latinoamérica con respecto a energía, carecen de un marco conceptual integral sobre pobreza energética. En Chile, iniciativas de la academia y de organizaciones de la sociedad civil lograron posicionar el tema de la pobreza energética, generando indicadores, metodologías y también acumulando experiencias de proyectos locales para reducir la pobreza energética a través de energías renovables. Poco a poco, este conocimiento se está integrando a la actualización de políticas energéticas por parte del gobierno, según comenta el investigador de la RedPE, Ruben Calvo.
“En Chile, el Ministerio de Energía ha realizado acciones para reducir las interrupciones del suministro eléctrico. El Ministerio de Medio Ambiente ha impulsado planes de descontaminación en lugares del sur por uso de leña. Pero el foco de éstas acciones no es la pobreza energética sino mejorar la calidad del servicio o la contaminación. También hay políticas de eficiencia energética de viviendas que es necesario profundizar. Ninguna política ha abordado la dimensión económica de la pobreza energética, con ayudas o subsidios para los hogares que gastan gran parte de sus ingresos en energía”, analiza Ruben.
Sobre el caso de Argentina, Felipe Gutiérrez recuerda la histórica política de subsidios energéticos “que permitió un consumo un poco más digno en la Argentina. Aunque no estaba focalizado en la energía como derecho, sí la identificaba como un bien estratégico a garantizar”. Por otro lado, menciona la suba en las tarifas energéticas durante el gobierno de Mauricio Macri, que renovó la discusión sobre pobreza energética en el país. Ahora, el gobierno argentino habla de pobreza energética pero utiliza dos indicadores distintos para medirla.
Ante la dificultad de identificar el problema de pobreza energética a nivel regional, la Cepal comenzó a generar alianzas entre la RedPE y distintos ministerios o secretarías de energía de Latinoamérica, para poder unificar la forma de medir el fenómeno. “El primer objetivo es presentarle a la región una metodología lo suficientemente flexible como para ser utilizada en cualquier país. Lo otro es poder medir el fenómeno en la región y así entregar herramientas para que se desarrollen políticas públicas integrales y basadas en conocimiento”, resume Ruben Contreras, oficial de asuntos económicos en la Unidad de Agua y Energía de la División de Recursos Naturales de la Cepal.
La oportunidad de la transición energética
Poco a poco, la pobreza energética se ha instalado en el radar de múltiples actores en ambos lados de la cordillera como una realidad que es necesario enfrentar. Como se ha planteado en los distintos diálogos regionales sobre el tema, la transición energética no será justa si no aborda la pobreza energética. Pero además, se ve a la tecnología basada en energías limpias como una opción más económica, versátil, autónoma y resiliente que puede mejorar la calidad de vida de quienes viven en situación de pobreza energética.
Ya existen en Chile pequeños proyectos piloto que han logrado reducir el gasto en energía de hogares en situación de pobreza energética, instalando sistemas basados en energías renovables. Para Javier Piedra, director de la fundación Energía para todos, que ha trabajado en proyectos similares, “las tecnologías basadas en energías renovables permiten apropiarse de la generación de energía con soluciones que aumentan la calidad del servicio y seguridad del suministro, además de abaratar los costos y ser más eficientes. Por ende, y siempre que se mejore el aislamiento térmico de las viviendas, estas tecnologías pueden ayudar a disminuir la pobreza energética a la vez que transitamos hacia una matriz energética limpia”.
Las energías renovables permiten instalar sistemas de generación de energía residenciales o colectivos, aprovechando los recursos energéticos disponibles localmente y acercando la toma de decisiones sobre energía a las personas y sus necesidades. La legislación sobre energía ha avanzado tanto en Chile como en Argentina para cobijar estas nuevas formas de autogestión individual y colectiva de la energía, lo que permite vislumbrar un camino hacia la soberanía energética.
Según concluye un informe de la plataforma de diálogo regional Transición Justa Latinoamericana, la transición energética entrega la capacidad de asegurar la autonomía energética a nivel local a través de la generación distribuida de energía, avanzando en modelos de gobernanza descentralizada y desconcentrada. Para cambiar la lógica en que se definen las dinámicas energéticas actuales “es necesario que las estrategias y políticas de transición consideren medidas para fomentar la autogestión de las comunidades, apoyando política y financieramente los proyectos que propendan a la generación de energía a nivel local, priorizando la descentralización y diversificación de las fuentes de energía por sobre proyectos de mega-generación”, se reflexiona en el documento.