Atrapados en un parque eólico: la historia de la familia Cárdenas en la Patagonia argentina

El primer parque eólico de Neuquén replica la lógica de Vaca Muerta y pone en riesgo la supervivencia de los pobladores; un antecedente preocupante para las comunidades de la provincia teniendo en cuenta el resto de proyectos renovables en carpeta.

«Rompieron el alambre y empezaron a trabajar»

Los hermanos Cárdenas, Walter y Nelson, regresaban de comprar de la localidad neuquina de Picún Leufú, cuando, al llegar a la entrada de su propiedad, vieron una gran máquina que impedía el paso. 

“Rompieron el alambre y empezaron a trabajar. Así nos enteramos de que iban a hacer un parque eólico en nuestra tierra. El gobierno les había entregado los terrenos, declarando que en ese lugar no vivía nadie, que nunca había existido nadie”, cuenta Walter Cárdenas sentado al lado de la lumbre donde hace unas horas, María, su pareja, preparaba tortas fritas.

Walter Cárdenas en su tierra, muy cerca de los aerogeneradores del parque eólico Vientos Neuquinos, Bajada Colorada, Neuquén (Foto: Gustavo Mehl)

El parque se llamó a «Vientos neuquinos» y está a cargo de AES Argentina, filial de la multinacional norteamericana AES Corporation y facilitado por ADI-NQN, la agencia dedicada a la promoción y la atracción de inversiones de Neuquén. Es el primer parque eólico de la provincia argentina históricamente dedicada a los hidrocarburos, zona en la que se asienta el megaproyecto de gas y petróleo no convencional conocido como Vaca Muerta. 

El día está nublado y frío en Bajada Colorada, un paraje donde viven desde 1890 los Cárdenas, de origen mapuche. El lugar se encuentra en aislamiento voluntario de la ruta principal que conecta Neuquén con ciudades como San Carlos de Bariloche. La tierra es rojiza y en ella crece pequeña vegetación a ras del suelo escondiéndose del viento. “Acá sopla fuerte casi todo el año”, dice Nelson, el otro hermano Cárdenas, mientras enseña el terreno.


Parque eólico Vientos Neuquinos, provincia de Neuquén (Foto: Gustavo Mehl)

A pesar de que las condiciones climáticas son duras: frío, viento y aridez; la familia se las arregló históricamente para criar ovejas, cabras, vacas, caballos, bagualas, gallinas, cerdos. La venta de carne es su sustento principal. Una actividad de larga data y que inició Venancio Rañileo, el bisabuelo de Walter y de Nelson, una vez instalado en Neuquén después de huir de la Conquista del Desierto, la contienda sangrienta que emprendió Argentina contra la población indígena a finales del siglo XIX. 

“La historia familiar cuenta que mi bisabuelo escapó de las matanzas de la Campaña haciéndose el muerto, entre montón de cadáveres de indios, de esa forma logró salvar su vida. Viajaba de noche, dormía sobre los árboles y comía cualquier cosa en el camino hasta que logró escaparse, así arrancó su historia”, cuenta Nelson. Los Cárdenas llevan en su ADN la historia político-cultural de los dos últimos siglos en Argentina. Y parte de su defensa y apuesta se entiende a partir de ello.

Sin previo aviso, sin ni siquiera una palabra, el lugar en el que los Cárdenas vivieron por tanto tiempo se transformó por completo.

La familia Cárdenas en su casa en Bajada Colorada, Neuquén (Foto: Gustavo Mehl)

«Nosotros no queríamos quedarnos sin nada»

El 9 de junio de 2020 se inauguró el primer parque eólico de Neuquén y uno de los más grandes de Argentina: Vientos Neuquinos, en una superficie de 20.000 hectáreas. “Los molinos eólicos alcanzan 120 metros de altura, y el proyecto cuenta con 29 torres. Se espera que el parque genere 100 MW que abastecerían a 20.000 hogares”, describió el comunicado de la Subsecretaría de Ambiente del gobierno de Neuquén el día de la inauguración. Actualmente, Argentina cuenta con 177 proyectos de energía renovable operativos en el país, lo que supone una potencia instalada total de 4.754, 45 MW que abastece a más de 5 millones de industrias, comercios y hogares.

Lo que no dijo el comunicado es que los aerogeneradores se instalaron a pocos metros de la casa de la familia Cárdenas. 

Durante la construcción del parque eólico, los animales, que pocas veces habían visto grandes topadoras ni escuchado ruidos que no descansaban ni de día ni de noche empezaron a enfermarse. “Se nos empezaron a morir los animales. Yo tengo 300 chivas y también crío a los de mi hermano, ahora solo tengo 30 y una crianza de 15 chivitos. Yo vivo de eso, de la venta de esa carne, es la producción del año, tenemos que mantenernos con eso y ahora estoy haciendo malabares”, cuenta Walter. 

Algunos animales de la familia Cárdenas, Baja Colorada, Neuquén (Foto: Gustavo Mehl)

Según él, el lugar donde se instaló el parque siempre fue campo virgen, tan solo los senderos que hacen los animales con sus pasos para ir a tomar agua. La explicación de por qué los animales murieron la da Walter: 

“Había máquinas enormes, camiones, camionetas, fue incesante. Yo nunca vi una cosa así. Los animales se estresaron, las hembras abortaron y otros huyeron. Cada dos o tres días salí a caballo a 45 km de acá en su búsqueda. Las que encontré las traje de vuelta a casa y las que no, las mató el puma. Me mató las chivas, las ovejas, los potrillos. Así me fueron terminando y nadie me hizo caso”, cuenta Walter.

Debido a esto, la familia Cárdenas realizó cortes de ruta para impedir el acceso de la empresa a su tierra y denunciar su situación. A partir de ese momento, el juez dictó una medida cautelar por la cual los Cárdenas debían dejar acceder a la empresa bajo amenaza de prisión. Las obras se reanudaron. “En las reuniones nos hacieron promesas que remediación, pero más tarde nos dimos cuenta que quisieron ganar tiempo y continuar con la obra”, dice Nelson. A pesar de que consiguieron reunirse con el Estado provincial y la gerencia de la empresa, el parque se instaló y aún no tienen compensación por el daño causado. 

Junto a las grandes máquinas también vallaron la tierra de los Cárdenas, modificando los caminos de los animales, impidiendo el libre acceso de los pobladores a sus casas y poniendo en riesgo el suministro de servicios básicos como agua, gas y alimentación. “Están a punto de cercar todo el parque y pusieron candados a las tranqueras, esto complica aún más la supervivencia de los animales, además de incumplir la propuesta de la empresa de ‘buena vecindad’, por la cual nosotros pedimos que al menos dejaran el acceso libre para que los animales pudieran alimentarse y remediar un poco el daño que nos causaron, pero esto no pasó”, cuenta Nelson.

Felipe Gutiérrez, es experto en energía del Observatorio Petrolero Sur, una de las principales organizaciones de Neuquén que busca promover la soberanía energética y la justicia ambiental. Según él, el gobierno neuquino preparó el proyecto para licitarlo y venderlo a la empresa y en ese proceso operó bajo las mismas lógicas que opera en la extracción de hidrocarburos en Vaca Muerta. El investigador se refiere a los conflictos que desde hace décadas se dan en la región, donde las corporaciones hidrocarburíferas, en connivencia con el Estado provincial, afectan al ambiente, las actividades productivas y formas de vida de las comunidades. “Lo que se hizo fue invisibilizar el modelo productivo y a la gente que existe en el territorio para avanzar con las energías renovables. Este es un antecedente muy grave”, dice.

«Lo que se hizo fue invisibilizar el modelo productivo y a la gente que existe en el territorio para avanzar con las energías renovables»

fELIPE GUTIÉRREZ, EXPERTO EN JUSTICIA AMBIENTAL Y TRANSICIÓN JUSTA- opsur

El temor de la organización está puesto en la forma en la que se realizarán los siguientes proyectos renovables que ADI-NQN tiene en carpeta: siete parques eólicos, uno de generación solar, cuatro proyectos hidráulicos y dos geotérmicos. 

“Lo primero que tendrían que haber hecho es tocar nuestra puerta, venir a hablar con nosotros y preguntarnos en qué nos iba a perjudicar la construcción. Si hubieran hecho eso, nosotros nos podríamos haber preparado y de esta manera reducir un poco el daño que nos causaron”, dice Nelson. “Nosotros queríamos que se hiciera el parque porque yo sé que es bueno eso para mucha gente, pero nosotros no queríamos quedarnos sin nada”, añade Walter, quien ha sido afectado también psicológicamente por lo ocurrido.

Crianceros sin tierra: la oportunidad para el negocio

Cuando no existían las provincias ni un Estado regulador, algunas comunidades mapuche se asentaron en el lado argentino de la Patagonia y usaron la tierra para vivir. Criaron animales, abonaron la tierra y se cobijaron del frío y el viento bajo viviendas construidas por ellos mismos. Muchos de ellos pidieron la titularidad de la tierra, otros solicitaron su compra. Hoy en día pocos tienen autonomía sobre su territorio.

El Doctor en Estudios Rurales, Marcelo Sili lo explica así: “La tenencia y ocupación de la tierra han sido factores de conflicto en la historia de las Provincias patagónicas. Los pequeños ocupantes fiscales han vivido en condiciones de pobreza y marginalidad durante décadas mientras que los Estados provinciales no han generado respuestas y políticas coherentes y rápidas para solucionar esta problemática”. Según Sili, en los años 90 nuevos actores de inversión nacional y extranjera complicaron aún más la tenencia de la tierra de sus ocupantes tradicionales. 

En el caso de la familia Cárdenas y los vecinos de la zona, la División de Tierras demarcó el territorio de forma oficial en 1988; dando a cada poblador un campo en base al uso que venían haciendo y a sus necesidades. Sin embargo, este registro oficial que se realizó 30 años atrás no impidió el avance de la empresa, quien aludió al carácter de fiscalidad de las tierras.

“Nos expropiaron cerca de 3.000 hectáreas”, dice Nelson. Un número que, para ellos, no es despreciable pues en los campos escasea la vegetación, por lo que los animales necesitan gran extensión de tierras para poder alimentarse correctamente y tomar agua a causa de la extrema aridez del territorio que además empeora con la crisis climática en curso. “La sequía de este año se suma a la de los últimos 15 años”, asegura Nelson.

Según los expertos, se espera que la crisis climática avance de forma aguda sobre el territorio patagónico. Neuquén sufrirá mayor aridez, desertificación y falta de agua en los próximos años. Una situación que dificultará aún más la supervivencia de los pequeños ganaderos. 

“Estas tierras son campos malos, hay partes que no da pastura, no hay agua en toda la tierra. Los animales se desplazan 30 kilómetros ida y vuelta para comer y beber agua. Esto no es provincia de Buenos Aires o la cordillera, allá en una hectárea pueden comer 100 vacas, sin embargo, acá, en 100 hectáreas come una sola”, agrega Nelson. 

Las cuatro generaciones de los Cárdenas han intentado obtener la titularidad de la tierra, sin embargo, “nunca les dieron bolilla”. Desde 1943 se registra la determinación de los Cárdenas. Una de las cartas de solicitud de compra, la más antigua, escrita por el abuelo de los Cárdenas, Luis Rañileo, al director de la División de Tierras en 1943, dice así: 

“Podrá apreciar el señor director por tratarse de indígenas argentinos que siempre han ocupado tierras fiscales sin ninguna seguridad por parte del Estado, el esfuerzo realizado para llegar a esa suma es digno de tenerse en cuenta, máximo si se consideran los años en los que hemos perdido la totalidad de nuestra hacienda a consecuencia de la mortandad por falta de buenos campos y de haber soportado grandes sequías volviendo a recuperar parte de nuestro capital en 1941”.

“Nosotros lo único que quisimos siempre fue comprar la tierra en la que vivimos, pagarla como corresponde y quedarnos tranquilos. No lo consiguieron nuestros mayores, no pudieron decir ‘soy dueño de esta tierra en la que nací, viví y morí’. Ojalá nosotros lo podamos hacer y dejarlo a nuestros hijos. No deberíamos tener ningún problema para que no nos adjudiquen el resto de la tierra. Antes la excusa era el parque, ahora que ya está, ¿cuál es el problema?”, se pregunta Nelson. La familia sospecha que el parque pueda ampliarse en un futuro.

Según la información recogida por el diario local La Mañana Neuquén, la situación de los Cárdenas se repite en toda la provincia. De acuerdo a la Cooperativa Campesina LTDA hay más de 250 pequeños crianceros en peligro de perder sus tierras porque no cuentan con los títulos de propiedad, pese a trabajarlas y vivir en ellas por más de 30 años

Lo mismo sucede con algunas comunidades mapuche de la provincia, quienes mantienen conflictos con grandes capitales por la ocupación y uso de las tierra sobre todo desde los años 90, cuando las problemáticas territoriales y ambientales con empresas hidrocarburíferas fueron en aumento. Cabe mencionar la lucha de la comunidad Kaxipayiñ, Campo Maripe o Fvtaxayen, quienes, con el apoyo de la Conferencia Mapuche de Neuquén, vienen luchando en defensa de sus tierras, el agua y el aire de la provincia.

¿Energía para qué y para quién?

Las empresas en Neuquén, así como en la mayoría de provincias argentinas, están obligadas por ley a presentar un estudio de impacto ambiental, sin embargo, muchas veces pasan por alto la existencia de pobladores y las consecuencias que tendrán para estos la actividad industrial. Este es el caso de los Cárdenas, la empresa concluyó que las tierras de la familia eran improductivas, concepto que suele legitimar el comienzo de las obras. “No pueden ser tierra improductivas cuando hay animales por todas partes”, dice Nelson.

Con respecto a los pobladores, el estudio confirmó la existencia de “caseta” donde podrían vivir “pobladores o poblador” en alguna “epoca/épocas del año”. A pesar de la evidente presencia de más de cuatro edificaciones, corrales y animales, la familia alega que ni el gobierno provincial ni la empresa les consultó. “El estudio de impacto ambiental que hicieron es erróneo porque no considera nuestras actividades económicas ni nuestra existencia efectiva ni tampoco tiene en cuenta las consecuencias que iba a tener el parque sobre nuestro modelo de vida y nuestra supervivencia, entonces, ¿qué tipo de estudio ambiental es ese?”, se pregunta Nelson. 

El investigador Gutierrez del OPSUR añade otro análisis en la línea a las reflexiones de Nelson: “Los conflictos que hoy tenemos con respecto a la energía no solo tienen que ver solo con la contaminación y su impacto a nivel global y climático, eso es muy relevante, pero también es fundamental ver de qué forma se gestiona esa energía, de qué manera está pensada y hacia quiénes está pensado ese modelo energético. La lógica del proyecto eólico Vientos Nequinos se parece mucho a un proyecto petrolero o a uno minero”.

«Los conflictos que hoy tenemos con respecto a la energía no solo tienen que ver con la contaminación y su impacto a nivel global y climático».

Felipe gutiérrez, experto en justicia ambiental y transición justa- opsur

Según el gobierno de Neuquén, el parque eólico emplearía a alrededor de 600 personas y brindaría energía para 20.000 hogares. Consultado sobre este tema, Nelson dice: “esa energía no se queda acá, esta energía viaja a Provincia de Buenos Aires, no hay ningún hogar de la provincia que se esté beneficiando con este parque”. A lo que agrega Walter: “Mi hijo está sin trabajo y como él, muchos otros, podrían haberle empleado, pero sin embargo, pocos locales consiguieron trabajo con esta obra”.

Vientos Neuquinos es un proyecto vinculado al Mercado a Término de Energía Eléctrica de Fuente Renovable (MATER) que proviene de una ley que obliga a las empresas de gran tamaño a tener un mínimo de consumos energéticos que provengan de energías renovables, “lo cual nos parece positivo”, dice Gutiérrez. “Sin embargo, el MATER tal y como está funcionando es más bien un acuerdo entre privados, el privado generador y el privado consumidor, en el que el Estado deja hacer. Ahí hay un problema porque nosotros entendemos que la energía es un derecho humano y en tanto derecho humano tiene que ser gestionado de forma pública. No solo sería deseable la gestión estatal sino también pueda darse desde cooperativas y desde las comunidades indígenas, por ejemplo”, continúa.

“Para pensar en una transición justa entonces tenemos que pensar en algo que vaya más allá del problema de fuentes, no solo que tipo de energía sino para qué tipo de modelo de desarollo se está produciendo. Nosotros pensamos que tiene que pensarse un modelo energético para poder vivir mejor y en este sentido esto no se cumple con la lógica actual. El momento crítico del clima actual y la responsabilidad de los hidrocarburos en este proceso nos permite avanzar hacia una forma distinta de relación entre los territorios, las personas y la energía”, sintetiza.

Una investigación de: